domingo, 27 de noviembre de 2011

La conmoción social de la teoría de Darwin T.2 E.5


Las reacciones ante el libro El Origen de las especies fueron inmediatas. Algunos biólogos adujeron que Darwin no podía probar su hipótesis. Otros criticaron su concepto de variación, sosteniendo que ni podía explicar el origen de las variaciones ni cómo se transmitían a las sucesivas generaciones. Esta objeción en concreto no encontró respuesta hasta el nacimiento de la genética moderna a comienzos del siglo XX. Fueron muchos los científicos que siguieron expresando sus dudas durante los 80 años siguientes. Sin embargo, los ataques a las ideas de Darwin que encontraron mayor eco no provenían de sus oponentes científicos, sino de sus oponentes religiosos. La idea de que los seres vivos habían evolucionado por procesos naturales negaba la creación divina del hombre y parecía colocarlo al mismo nivel que los animales. Ambas ideas representaban una grave amenaza para la teología ortodoxa.


En 1862, el físico lord Kelvin inquietó a Darwin al demostrar en su calidad de autoridad, y hoy sabemos que se equivocó, que el Sol y, por tanto, la Tierra, no podía tener una antigüedad superior a 24 millones de años, que era la que suponía que tenía, y por tanto, a los seres vivos no les habría dado tiempo a evolucionar tanto, a un ritmo tan lento, en esos 24 millones de años. Kelvin utilizó esta estimación y su inmenso prestigio científico como herramientas en contra de la teoría de la evolución.


Refiriéndonos de nuevo a la evolución, la teoría que Darwin propuso de su mecanismo, la selección natural, tiene menos garantías. Otros científicos británicos habían propuesto con anterioridad algo parecido, aunque en apariencia lo consideraron sólo como una fuerza negativa. Parece que Darwin fue el primero que se dio cuenta de todo su potencial como una fuerza positiva para dirigir la evolución de todo ser vivo. Evolucionistas anteriores como el abuelo de Darwin, Erasmus, se habían inclinado hacia la teoría del mecanismo de la evolución de Lamarck. Ésta enunciaba que las mejoras adquiridas durante la vida de un organismo, como el crecimiento de los órganos con el uso y su atrofia con el desuso, eran hereditarias.


En el siglo XIX se asumía casi de forma universal que la herencia era un proceso combinado. En esta teoría, los descendientes no sólo tienen un carácter y apariencia intermedia, producto de la combinación de la de sus padres, sino que los factores hereditarios que transmiten a su propia descendencia son así mismo combinaciones intermedias debido a que se produce una inextricable fusión. Se puede demostrar que si la herencia es de tipo combinada es casi imposible que la selección natural darwiniana actúe, ya que la variación disponible se divide a la mitad en cada generación. Sin embargo, las generaciones posteriores desacreditaron la teoría de Lamarck y la teoría de la selección natural continuó siendo la más aceptada hasta nuestros días.

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